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jueves, 24 de abril de 2008

Hoy

Hoy, nuevamente estoy aquí escribiendo sobre algo que no pude culminar, y es que a veces, el tiempo no nos deja terminar aquellas cosas que empezamos. Hoy, nos podemos dar cuenta que vivimos tan apresuradamente, ¡que bueno! tal vez no sea el tiempo sino nosotros mismos, quienes no nos detenemos a organizarnos. Vivimos tan acelerados y nos preocupamos por cosas que al final del camino no las necesitamos. Nos olvidamos de dar amor, e incluso hasta de recibirlo, por que de ello no se vive, dicen por ahí. Sin embargo, en este transitar por la vida he aprendido que una de las cosas más importantes es precisamente esa, el dar y recibir sin ninguna condición, pues, ello te lleva a ser mejor ser humano. Pienso que eso fue lo que le paso a la muñequita.

Ella siempre pensó que conocería al hombre de su vida en el momento menos esperado, y fue así ya que el amor llega cuando realmente no lo esperamos.

Lo conoció en su sitio de trabajo un día 15 de noviembre, ciertamente, no le agradaba por su carácter prepotente, arrogante, nada amigable, tal vez por que era el jefe y tal condicón no le permitía ser de otra forma.

Ella como lo dije anteriormente tenía su pareja, que al parecer era demasiada perfecta para ser verdad, y sin darse cuenta, comenzo a sentir admiración, simpatía y afecto por aquél que inicialmente tanto le desagradaba. Fue así cuando decidió arriesgarse y emprendió una nueva relación, con el temor que todos sentimos a lo desconocido, pues el miedo es libre. ¿No crees?

1 comentario:

Unknown dijo...

Es normal tener miedo ante lo nuevo, el miedo es una reacción natural frente a una situación que nos toma por sorpresa y que obviamente desconocemos, eso lo aprendemos desde pequeños cuando empezamos a caminar, para eso uno tiene que golpearse, levantarse, caerse varias veces, levantarse y otra vez volver a caer.

Con el amor sucede algo parecido, uno tiene necesariamente que equivocarse,y a veces perseverar en el error, sin escuchar a nada, ni a nadie, solo la voz de mi yo interno.

A veces el miedo de equivocarnos nos lleva a pensar sobre el “que dirán”, y en consecuencia no llegamos nunca a luchar por lo que deseamos con tanto afan.